lunes, 23 de enero de 2017

La buena fe de las palabras

Buenas lectores, perdón por la tardanza, ya sabéis... el tiempo, tan valorado y odiado como dichoso y amargo.

Hoy vengo a hablaros a algo de lo que siempre se ha dicho, visto y oído, algo de lo que pensamos inocentemente que puede pasarnos pero que jamás nos pasaría de la misma forma: engañarnos.

No hablo de engañarnos a nosotros mismos, que también porque a fin de cuentas, no hay más ciego que quien no quiere ver así que podríamos añadirlo a la receta.

El engaño como tal, es una artimaña, un arma bien camuflado, un puñal en la sombra, perdonad estoy muy metafórica, pero es que cuando algo me cabrea suelo ponerme muy poética, soy rara, no os molestéis en intentar entenderlo.

Normalmente, cuando confías en alguien aunque no lo conozcas mucho pero que sabes que como persona es honesta, piensas ciegamente que lo que dice es cierto y si ademas, lo que dice, lo comunica de una forma tan esperanzadora, tan vivaz y con plena confianza de tus facultades, tú te subes, no solo confías ciegamente ya en esa persona, si no que además te ves alabada por la misma y tu ego y autoestima se infla como un globo y lo agradeces, si eres humilde lo agradeces.

Todo va maravillosamente, vives el día a día, actuando en base a esas palabras para que finalmente, lo insinuado no sea una ilusión si no un hecho, un hecho que se pueda plasmar en papel y actos, hasta que ves la verdad.

Ésa verdad oculta, camuflada y tristemente defendida con tal de mantener su propia inocencia y quedarte tú con ése sabor agrio en la boca, con esa herida sangrante en tu cabeza y cuya sensación física es un puñal en el corazón, invisible pero certero. Una verdad que tú, iluso/a de las suaves y aterciopeladas palabras que te dijeron en un principio creíste, hasta tal punto que te hiciste ilusiones, más viendo que no había ningún obstáculo presente hasta que, otra persona, digna de tu confianza te da un aviso, un toquecito de información, que te da la señal de alarma.

Con la preocupación y la inocencia en tu cuerpo preguntas a la persona referente, aquello que te metió la esperanza en el cuerpo y que astuta y penosamente, no sólo no te contesta la duda, si no que hace argumentos referido a tus acciones indirectas pero sin darte una respuesta clara y además dejando la responsabilidad en tu tejado; Y, además, como si hubieses dicho algo para atacar a dicha persona, se defiende aludiendo que sus palabras esperanzadoras eran un porcentaje dejado al azar, un quizás manchado de su lengua audaz y el sudor de tu frente.

Para aclararos un poco todo éste embrollo poético que sin querer me ha salido, os he descrito la situación de una amiga que estaba de prácticas en un sitio, y supo que en breve habría una vacante, no se interesó por el puesto directamente ya que ella aún que quería trabajar allí, a fin de cuentas se lo dirían al final. 

Pues no mucho después, una persona, pero que no era de RRHH, si valoraba mucho a los empleados, la dijo que quería tenerla en un puesto, que hablaría de ella a los altos mandos para contratarla y demás, mi amiga, ingenua ella (pero que a mí me habrá pasado igual) al salir de allí, salió super entusiasmada y día a día dio lo mejor de ella (dentro de sus obligaciones, pero que encima, acabó haciendo de más) tenía en mente ese posible puesto de trabajo, cuando a prácticamente un mes de terminar sus prácticas la vacante es cubierta por una persona completamente ajena, y de la cual incluso mi amiga tuvo que ayudar a dicha persona novata en algunas ocasiones, detalles, que marcan la diferencia.

Mi amiga no dijo nada, se sintió muy decepcionada y pensó en dejarlo pero tenía que terminar, por lo que siguió, pero después un familiar la dijo algo sobre las funciones que ella realizaba y fue a preguntar a su referente, la misma que la dijo lo del puesto de empleo; Cuán fue su sorpresa cuando la empezaron a decir un montón de historias sobre la responsabilidad que ella no había preguntado y alegaron que era un quizás lo de contratarla, repito, que mi amiga no había preguntado nada de éso, solo las funciones y por como la contestaron por supuesto, perdió toda la confianza, todo el compromiso y toda la fidelidad que pudiera tener para con el sitio.

Que culpa no tiene, pero tener empleados así que además se alían con otros como si el tonto fueses tú, no es un sitio donde se pueda trabajar a gusto. Finalmente, mi amiga sigue yendo única y exclusivamente para terminar las prácticas pero desde luego va sin confianza y con distancia, incluso habló con alguien de más arriba para que la contestaran lo de las funciones y desde entonces, ella por su cuenta pero además, viendo a sus compañeros, parece que les han llamado la atención pues sus labores como tal, han descendido.

Muestra de que, o se aprovechaban de ella o en el sitio no había ningún tipo de límites al respecto.

Con ésta historia quiero recomendar dos líneas:

-No tener miedo a hablar con nuestros superiores, sea un trabajo una formación o lo que sea, porque a veces confiar en el de al lado es más peligroso no por nuestro estatus, si no por nuestra confianza para con ellos y con nosotros. Y además, quien nos contrate al final será alguien de arriba.

-Vigilar nuestras ilusiones y confiar en los hechos. Dice más de un sitio o una persona el cómo están las cosas y cómo se realizan que lo que te dicen. Bien es cierto, que no siempre, pero no está de más tenerlo en cuenta.

Espero no haberos aburrido ni liado mucho y hasta la siguiente lectores ;)